domingo, 24 de diciembre de 2006

Feliz Navidad

Siempre que llegan estas fechas afloran en nosotros los mejores deseos de felicidad y paz, pero no se hasta que punto somos concientes del verdadero valor de la fiesta que estamos a punto de celebrar. Creo que muchas veces sólo nos dejamos llevar por el ambiente festivo que nos rodea. Desafortunadamente los que viven de manipular los sentimientos a través del mal uso de los medios de comunicación, han sabido aprovecharse de las circusntancias para alimentar el deseo consumista de estas fechas. Pero no quiero convertirme en un revolucionario sin causa. Sólo quiero reflexionar sobre dos hechos importantes: Primero, no celebramos un cumpleaños, celebramos un acontecimiento y segundo, esta fecha busca que tomemos conciencia sobre el misterio de la Encarnación.

Mis lectores estarán enterados de que esta fecha no pretende ser los festejos del cumpleaños de Jesús, si se entiende así como un recuerdo de algo sucedido hace unos cuantos siglos. Baste decir que no conocemos con exactitud la fecha de naciemiento de Cristo. Nuestra mentalidad occidental, heredera de la escuela racionalista griega nos obliga a pensar que el tiempo pasado solo puede ser recuperado a través del recuerdo, que es una operación de la mente que rememora lo ya sucedido, pero los son ya inexistentes. Lo que la Iglesia quiere que hagamos al prepararnos a través del tiempo de Adviento y la Navidad es algo bien distinto.

La liturgia nos invitará a pasar del recuerdo al memorial. Esto es lo que el pueblo de Israel hace cuando celebra la pascua "memorial de nuestra salida de Egipto". Este "MEMORIAL" no es un mero recuerdo del acontecimiento salvífico (Dios abrio en dos parte el mar y pasaron a pie, salvándoles de las manos del Faraon, rey de Egipto) sino que reactualiza lo sucedido, que en términos cristianos es la gracia de la salvación. El memorial del naciemiento del Salvador es hacer presente la intención salvífica de Dios, que no se ha quedado indiferente ante el sufrimiento humano, sino que compadecido tiende una mano "para que te encuentre el que te busca".

Dios se ha hecho hombre. Este es el misterio. En Cristo, la divinidad ha asumido nuestra naturaleza, débil, necesitada, mortal. Asumió nuestra naturaleza realmente, se hizo hombre como nosotros y no aparentemente como decían algunos al inicio de la era cristiana. Ninguna religión puede entender este misterio, Dios que se hace hombre. Dios puede tomar figura de hombre, pero nunca se rebaja a tomar esta miserable condición mortal. Pero el cristianismo pone ante nuestros ojos a Dios mismo. Por tanto la divinidad tiene en Cristo un rostro cercano, un rostro de hombre.

Lo anterior nos pone ya en caminado de lo planteado como segundo aspecto de esta pequeña reflexión. ¿somos concientes del alcance el misterio de la encarnación en nuestra vida? Dios se encarna, se hace carne, mortal, como nosotros mismos. Pero su "kénosis" no se quedó en el pasado de haces dos siglos, sino que se actualiza en la vida de la Iglesia. Ella es la encarnación permanente de Cristo en la historia. El trabajo de la santidad será pues configurarnos cada vez más con Cristo, para que su rostro humano resplandezca en nuestro siglo. Volver a Cristo secular, en este tiempo, es el trabajo de la Iglesia, que camina al lado de los hombres "entre luces y sombras". Que los hombres decubran en el rostro mortal de la Iglesia la cara amorosa de Dios, Inmortal.

Mis deseos para todos los amables lectores se resumen en esto mismo, que los hombres que nos vean, que entren en contacto con nosotros, vean a Cristo, que ama hasta la locura a cada hombre y mujer de nuestro tiempo. Dios no se queda indeferente ante los sufrimientos de la historia, Dios se encarna cada día para nosotros en el Misterio Eucarísitico. Feliz Navidad

domingo, 17 de diciembre de 2006

Las Escuelas


Después de clausurado el Concilio Vaticano II surgieron en la Iglesia varias corrientes que se cuestionaron sobre lo conveniente que era la existencia de derecho en la vida eclesial. Muchos se preguntaron si no era traicionar la idea fundacional de Cristo, ya que la Iglesia es escencialmente carisma. Lo "institucional", lo organizativo, lo jurídico, no tenía sitio en esa Iglesia espiritual. Un escritor protestante, de cuyo nombre no me acuerdo ahora, pero si estoy seguro de su nacionalidad, era alemán, alentó con sus escritos la postura anteriormente descrita.

Así las cosas, aparecieron en las universidades de tradición cristiana diversas formas de ver el derecho en le Iglesia: En Alemania, la escuela se que se suele llamar de Münich, o de Mónaco de Baviera, con el conocido canonista Claus Mördorf y en España, el Cardenal José María Rouco Varela. Ellos han tratado de definir el Derecho Canónico desde el punto de vista sacramental. El DC será pues, una ciencia teológica con método jurídico. Por otra parte la escuela llamada de Navarra, ellos defiende la tesis de que el Derecho canónico es eso precisamente, derecho y se basa en el principio de JUSTICIA, por tanto debe ser tratado como verdadero derecho, con sus leyes y método propias, sin mezcla con la teología.

A lo largo de toda esta historia, muchos han tomado posiciones. Pero quiero dejar claro que no se trata de simples discusiones bizantinas, nada más lejos, se trata de mucho más que eso. Habría que tomar posición por una visión de Iglesia. La eclesiología juega aquí un papel muy importante. Y todos sabemos que si marcamos mucho las tintas en algún aspecto de la Iglesia, eso influirá en toda el camino que esta adopte. Por tanto, el tema es importante. Mucho hay en juego.

Yo tengo que manifestar mi cercanía con la escuela de Münich, en estos años de formación canónica he podido reflexionar pausadamente sobre la cuestión y creo que mi conclusión es muy sencilla (en próxima notas lo trataré de explicar con mas detalle) El ambiente vital, por llamarlo de alguna manera, del Derecho canónico es la Teología. Si sustraes al DC de este ambiente, pierde todo su sentido y su razón de ser. Sería como un pez fuera del agua.

Por ahora dejemos las cosas de este tamaño. Trataré de explicarme con más detalle en próxima ocasiones.

jueves, 14 de diciembre de 2006

Un Maestro


Asistí a un curso de actualización sobre jurisprudencia rotal que ofrecía el Tribunal Eclesiástico de Valencia. Tres conferenciantes eran los encargados de exponer temas de interés general. Entre los expositores se encontraba mi maestro. Sin hacer comparaciones, que son del todo odiosas, mi maestro destacaba entre el panorama académico de aquel día. No es lo mismo aprenderse bien un libreto a hablar con propiedad. Esa fue la sensansión que me dió al escuchar atentamente las exposiciones. Un maestro se reconoce inmediatamente.
Conocí a mi maestro hace ya mas tres años, cuando impartía una clase sobre la Normas Generales, que es el Libro I del Código. Todos está de acuerdo que la materia tratada en dicho libro es algo árida, por no decir cansona y aburrida, pero mi maestro la daba con tanta genialidad que animaba al estudio de esos mas de doscientos cánones, como si fueran los mejores de la legislación vigente. Logró interesarme en una materia que no me gustaba en absoluto. Ese es un maestro, el que logra interesar a su auditorio en asuntos que no son de su interés.

Un maestro no es aquel que sabe el contenido de su especialidad y basta, nada más lejos que eso. Un maestro es aquel que entrega su vida en la trasmisión de la verdad. No se puede hablar de la docencia sin hacer referencia a la verdad. Un maestro de verdad es aquel que no solo describe la verdad, sino que la vive. Aquí se encuentra la diferencia. No es lo miso hablar de algo que para nada nos pertenece a hablar de algo que forma parte vital de nuestra existencia.

Mi maestro es un genio de la cononística, pone tanta pasión en cada tema que da la impresión que es el único y mejor tema nunca visto. Mi maestro entrega su vida en cada clase y su preocupación constante está en que todos aprovechemos lo mejor posible para que mañana, seamos capaces de entregar la vida igual que él.

Un didáscalo, un maestro, es alguien que sabe y que vive, las dos cosas deben estar íntimamente unidas, porque o si no se convierte en un instructor. Mi maestro sabe y vive y por eso interesa tanto su conversación porque la verdad adquiere en su labios una característica difente, se torna accesible: mi maestro es tan genial que logra hacer fácil lo dificil.

Cristo encomendó a la Iglesia tres funciones: Santificar, Regir y Enseñar, tres tareas que son trascendentales para que se cumpla su misión, son inseparables e insustituibles.

Pero la que me interesa es la función de Enseñar, en los apuntes sobre el tema mi maestro dice: "La importancia de la Función de Enseñar se deduce del lugar que ocupa la evangelización, la Palabra, en la realidad de la Iglesia y en especial en la misión de la misma". (Ignacio Pérez de Heredia)

La Iglesia se construye a través de la vida sacramental y de la escucha de la Palabra, sin estos elementos no puede haber Iglesia de Cristo, Ahora entederéis porque es tan importante la función de enseñar. Porque a través de la Palabra, la catequesis, la docencia, se trasmite la fe, se trasmite a Cristo. Cuando se enseña en la Iglesia se introduce a la persona en el Misterio de Cristo, Misterio que tiene carácter salváifico y que trasbasa los límites de la realidad humana introduciéndonos en la dinámica celestial.

En la Iglesia enseñar se parece a alguien que abre una ventana y contempla un maravilloso paisaje, la sóla contemplación ya produce un efecto en el alma del observador, la paz que produce la contemplación de la veradad (que en nuestro caso esta crucificada), después de dicha contemplación el experto en cosas divinas te da claves de interpretación de aquello que ves y de ahí en adelante serás tu quien experimente por tus propios medios el acceso a la verdad.

Por eso hay que tener mucha suerte para encontrar a la persona adecuada para que te enseñe el paisaje, no sea que te fuercen a observar lo que no tiene importancia. Que suerte he tenido en encontrar a mi maestro, porque a través de él he podido contemplar al MAESTRO que es el CAMINO, la VERDAD y la VIDA. Gracias Don Ignacio.

miércoles, 6 de diciembre de 2006

Los seres humanos


Cada Persona es un mundo. Esta fue la frase que se me vino a la cabeza en clase de práctica jurídica al leer el cuestionario elaborado por una chica que quiere obtener la sentencia de nulidad de su matrimonio, que en lugar de ser una comunidad de "vida y amor" se había vuelto un verdadero infierno. No viene al caso comentar los detalles de la vida de estas dos personas, solo anotar que el complejo mundo de las relaciones humanas está salpicado por muchas cosas que se escapan de sus manos.

Todo ser humano busca con angustioso afán la felicidad, y muchas veces encaminamos nustro pasos por el camino que nos parece mas bonito, pero que muchas veces no resulta ser el mejor. Y no digamos nada de la complicación cuando llega la hora de escoger la persona con la que se piensa compartir el resto de la existencia. Intentar conocer el ancho mundo de una persona en escasos años de noviazgo, es una tarea realmente imposible, incluso llegaría a pesar que nunca llegamos a conocer lo suficiente a las otras personas, cuando no somos capaces de conocernos a nosotros mismo en profundidad.

El Matrimonio católico es la expresión humana de un misterio más grande. Dirá San Pablo que gran misterio es este (refieriéndose a la unión de dos personas en una sola carne) y él lo refería Cristo y su Iglesia. En esta bella frase esta condensada todo lo que la Iglesia piensa sobre el sacramento del matrimonio. Cristo se ha entregado por la Iglesia, sin límites ni reservas, hasta "el extremo" como dice San Juan. La Iglesia no puede nada sin su esposo, y nada es nada.

Lo mismo estan llamados a ser los esposos católicos. A amarse como Cristo ama a su Iglesia. Pero cada persona es un mundo. Cada psicología cada relacion afectiva, cada interioridad. en resumidas cuentas: es muy importante poner toda atención en utilizar bien el tiempo de noviazgo para empezar a conocer al persona a la que le jurarás fidelidad y respeto "HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPARE".

lunes, 4 de diciembre de 2006

El amor a la Iglesia y el amor al derecho


Hoy fue un día muy inteso. Muchas emociones juntas. Hoy es mi cumpleaños. Hace 38 años estaba naciendo a la vida natural. El 1 de enero será también mi cumpleaños, ese día me bautizaron y nacía a la vida que no se acaba. La fe te da amor a la Iglesia y el amor a ella te lleva a profundizar en su misterio. Por eso me apaciona el Derecho Canónico, porque me ayuda a ver los fundamentos de la "Madre y Maestra".

Las clases transcurrieron hoy con normalidad. Don Ignacio Pérez de Heredia, el director del Instituto, nuestro maestro y muchas veces padre, dio una lección magistral. El tema: La administración de los bienes en la Iglesia, forma parte del tratado que está desarrollando sobre los Bienes Temporales de la Iglesia, el libro Quinto del Código.
Aquellas personas que ven de fuera a la Iglesia dirán que ella acumula bienes con fines de lucro. Nada más lejos de la realidad. Hoy en clase hemos ahondado en el tema la administración que el obispo diocesano está obligado a tutelar. Pero como todos sabemos los bienes en la Iglesia tienen una finalidad concreta, ayudar a cumplir los fines concretos para lo que fue instutida la Iglesia, querida por Cristo. En este terrreno la Teología y más en concreto la Eclesiología nos dará luces.
Amar a Iglesia es cuidar que los bienes sean utilizados para los fines propuestos, amar a la Iglesia es servirse de los bienes temporales para que Cristo se anunciado en el mundo. Amar a la Iglesia es usar con dilencia y cuidado, como dice el derecho romano "con la misma diligencia que un padre de familia". Amar a la Iglesia es ayudarla a que con nuestros bienes se puedan llevar a cabo la misión de "salvar almas". Este es el fin último de todo el discurso.
De un tema tan sencillo como este, se puede hacer una larga discusión, pero no es el objetivo, solo quiero que se enteren que el día de hoy aporta algo más a mi pequeño amor a mi madre, la Iglesia.

domingo, 3 de diciembre de 2006

Presentación



Muchos piensan que la Iglesia es una institución anticuada que se resiste a insertarse en el cambiante mundo moderno. Esta es una visón que representa a todos los que la ven desde fuera, sin experimetar en ella la vitalidad que produce su continuo movimiento hacia la plenitud.

He pasado mucho tiempo deseando emprender el trabajo de escribir algunas notas relacionadas con la actividad que más me apaciona, pero tengo que confesar que nunca he dedicado un tiempo suficiente para esta labor. El afán, las prisas, en fin, simpre hay escusas para dar largas a los deseos.

Este espacio quiere ser el rincón en el que pueda expresar mis pensamientos, pocos o muchos, no lo se, sobre mis estudios de Derecho Canónico, realizados en el querido Instituto Diocesano de Estudios Canónicos de Valencia. Soy un humilde estudiante de cuarto año que quiere empezar a poner en marcha sus conocimientos.

No soy un experto ni un erudito en los temas que tocaré, trataré eso si de ser muy riguroso con las afirmaciones y dejar en claro cuando lo dicho sea un pensamiento propio, para que el lector no las tome como dogmas de fe.

Que este espacio nos ayude a poner las ideas en movimiento.