lunes, 31 de marzo de 2008

LAS ESPECIES EUCARISTICAS

“La Iglesia vive de la Eucaristía” este sacramento, como dice el Concilio, es el centro y culmen de la vida cristiana, por ello a lo largo de los siglos ha tenido la máxima protección contra los posibles abusos que se han intentado introducir. No es nuevo el problema de con qué especie de pan puede celebrarse. Durante un buen tiempo en ciertos países latinoamericanos se celebraba la eucaristía con pan de maíz, argumentando que la cultura de la zona utilizaba más este tipo de alimento y así la liturgia se adaptaba más a la realidad de los pueblos. La Iglesia respondió con claridad, no es posible cambiar la composición de la especie eucarística. Pero no es una “intransigencia”, sino que responde a un hecho querido por el Señor que la Iglesia no se siente autorizada a modificar. En la última cena, el Señor tomó pan y no cualquiera, es el pan que Dios en el éxodo mandó a su pueblo que comiese, junto al cordero, para celebrar la Pascua, el memoria de la salida de Egipto. (Ex 12,8). En la noche del Jueves Santo, Jesús da este signo hebreo una nueva significación: este pan ya no será para vosotros el recuerdo de la salida de Egipto, este pan es mi cuerpo que se entrega por vosotros.
Como os podéis dar cuenta, no se trata sólo de un elemento sin importancia, que puede ser cambiado a nuestro antojo ni siquiera por graves razones como las que defiende la madre del niño de Huesca, que ha salido en los medios de comunicación a descalificar a la Iglesia de “intransigente” porque el párroco no pueda quitarle el gluten al pan para que su hijo celiaco pueda hacer la comunión bajo esta especie.

Para que el sacramento se realice válidamente se requiere que las especies tengan unas ciertas características recogidas en el canon 924 del Código de Derecho Canónico que dice:

924 §1 El sacrosanto Sacrificio eucarístico se DEBE ofrecer con PAN y VINO, al cual se ha de mezclar un poco de agua.
§2 El pan HA DE SER EXCLUSIVAMENTE de TRIGO y hecho recientemente, de manera que no haya ningún peligro de corrupción.
§3 El vino DEBE SER natural, del fruto de la vid y no corrompido.

Cuando una cosa cualquiera sufre una modificación, por pequeña que sea, deja de ser eso para convertirse en otra diferente, aunque se le parezca. Si al agua, elemento natural del que todos conocemos sus propiedades, le agrego azúcar, el agua deja de ser natural y aunque parezca la misma ya no lo es. Lo mismo sucede con las especies eucarísticas, si al pan le quito el gluten, puede que parezca lo mismo pero no lo es. El pan sin gluten sufre una modificación significativa que cambia su esencia convirtiéndolo en algo diferente.

No se trata de una norma obsoleta que vaya contra nadie. Ni mucho menos discriminatoria. El pan ha de ser pan y el vino, vino para que se de válidamente el sacramento. No es necesario recordar que por las palabras eucarísticas pronunciadas por un sacerdote válidamente ordenado sobre el pan y vino, estas se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor y con ello tenemos delante la gracia sin medida de la Presencia Real de Cristo en medio de la comunidad Cristiana.

Es posible comulgar bajo la otra especie. Con vino natural, no mosto, que aunque se le parezca no es vino. Estoy convencido que una pequeña cantidad no le hará ningún daño a un niño celiaco. No se está pidiendo que el menor se beba un litro de vino, cosa que sí sería perjudicial para su salud y además se incumpliría la ley de no dar alcohol a menores.

No saquemos las cosas de quicio. Me parece que la discusión surgida a raíz de este suceso tiene otras intenciones y no precisamente las más nobles, con tal de dejar a la Iglesia como retrógrada e injusta. Seamos sensatos. Si estuviésemos un poco más educados en la fe, estas cosas se arreglarían más fácilmente, sin crispaciones ni discusiones, como ha sucedido a lo largo de siglos de historia eclesiástica.

viernes, 14 de marzo de 2008

La misión de santificar el siglo

Los españoles están inmersos en estas últimas semanas en el proceso de la campaña electoral para las elecciones del próximo 9 de marzo. Escoger el candidato y conocer sus programas es una tarea que requiere responsabilidad y criterio. La gran mayoría de los jóvenes prefiere tomar una actitud apática e indiferente ante lo que sucede en la vida política del país. Los que ya no son tan jóvenes, tratan de asumir la responsabilidad pero muchas veces se dejan influenciar por el ambiente polémico que rodea este tipo acontecimientos, en fin, todos de alguna manera toman posición tratando de ser coherentes consigo mismos.

Hay que recordar que los cristianos estamos en el mundo con una misión específica ser luz, sal y fermento, de modo que “Brille así vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,16), luz que no quiere imponerse por la fuerza, sino que presta su humilde servicio muchas veces sin hacerse notar siquiera. La responsabilidad del cristiano en el mundo presente es, por tanto, de capital importancia. No voy a entrar aquí en el tema de los criterios para tomar una decisión electoral adecuada, para eso os remito al documento de la Conferencia Episcopal Española que nos ha dado suficiente claridad al respecto. Nuestro objetivo va por otro camino, presentaros un canon del Código de Derecho Canónico tal vez desconocido para muchos de vosotros, pero que os animará a asumir con seriedad vuestro deber constitucional del voto.

El texto del canon 225 §2 dice: “Tienen también el deber peculiar, cada uno según su propia condición, de impregnar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu evangélico, y dar así testimonio de Cristo, especialmente en la realización de esas mismas cosas temporales y en el ejercicio de las tareas seculares.”

El §1 del canon dirá que este deber de los fieles cristianos laicos le viene “en virtud del bautismo y de la confirmación”, es decir, que no es un agregado a la vida de fe, sino que el deber de hacer presente en el mundo el espíritu evangélico forma parte integrante de su vida y misión, no como una táctica sociológica, sino como la forma específica de la vida de todo cristiano. Por tanto estar presente en el ámbito político, económico, científico, cultural es una tarea peculiar, propia, privativa de todos los laicos que vivimos en el mundo, pero sin ser del mundo.

Pero ¿de qué forma se debe realizar este “estar en el mundo”?: impregnando y perfeccionando el orden temporal. Las palabras tiene ya su propio peso específico, Impregnar quiere decir, según el diccionario, empapar, influir profundamente, no es sólo ofrecer un barniz que a duras penas cubra la superficie de la realidad impregnada. El cristiano debe también perfeccionar la vida del mundo. Dicha perfección tiene la medida dada por Cristo: “como es perfecto vuestro Padre del cielo”. Por tanto, un cristiano no puede ni debe vivir en el mundo de forma pasiva e indiferente, dichas actitudes van en contra de su misión más importante, llevar a los hombres a Cristo.

Ahora bien, ¿cómo se lleva a cabo este deber peculiar? El texto nos lo señala claramente “cada uno según su propia condición”. Los matrimonios, viviendo su vida conyugal según la voluntad de Dios es decir, siendo signo del amor de Cristo a su Iglesia. Recibiendo y educando a los hijos en la fe, formando los ciudadanos del mañana. Los solteros/as viviendo la propia vida laboral y profesional siendo testigos del amor de Dios a los hombres, sirviendo con generosidad y entrega en el ambiente laboral. Los jóvenes educándose con responsabilidad para formarse adecuadamente en el ambiente científico y cultural, siendo la alegría y la esperanza de un mundo mejor. Los acianos viviendo la madurez de la fe y trasmitiendo la experiencia que dan los años. Los investigadores, impregnando del verdadero humanismo las labores científicas, persiguiendo la verdad que nos hará libres. Resumiendo, viviendo en medio de las realidades diarias como lo haría Cristo, “amando a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1).

Y muchos se preguntarán ¿qué tiene que ver todo esto con las próximas elecciones en España? Si tenemos el deber de impregnar y perfeccionar las realidades temporales, alguien que tiene que tomar la decisión de elegir a un candidato para que ocupe la presidencia del gobierno, lo hará con seriedad y responsabilidad, buscando en sus programas las propuestas que mejor defiendan el bien común y la verdadera justicia social. Pero también estamos llamados a impulsar y animar a aquellos fieles cristianos laicos, que se sienten llamados a intervenir en la vida política de su país y por que no, presentando su nombre y sus propuestas a la opinión pública. Estoy convencido que ahora más que nunca, se requieren políticos cristianos que estén dispuestos a ofrecer sus capacidades y conocimientos en un sector tan difícil pero a la vez tan influyente en la vida de una nación.