Cada Persona es un mundo. Esta fue la frase que se me vino a la cabeza en clase de práctica jurídica al leer el cuestionario elaborado por una chica que quiere obtener la sentencia de nulidad de su matrimonio, que en lugar de ser una comunidad de "vida y amor" se había vuelto un verdadero infierno. No viene al caso comentar los detalles de la vida de estas dos personas, solo anotar que el complejo mundo de las relaciones humanas está salpicado por muchas cosas que se escapan de sus manos.
Todo ser humano busca con angustioso afán la felicidad, y muchas veces encaminamos nustro pasos por el camino que nos parece mas bonito, pero que muchas veces no resulta ser el mejor. Y no digamos nada de la complicación cuando llega la hora de escoger la persona con la que se piensa compartir el resto de la existencia. Intentar conocer el ancho mundo de una persona en escasos años de noviazgo, es una tarea realmente imposible, incluso llegaría a pesar que nunca llegamos a conocer lo suficiente a las otras personas, cuando no somos capaces de conocernos a nosotros mismo en profundidad.
El Matrimonio católico es la expresión humana de un misterio más grande. Dirá San Pablo que gran misterio es este (refieriéndose a la unión de dos personas en una sola carne) y él lo refería Cristo y su Iglesia. En esta bella frase esta condensada todo lo que la Iglesia piensa sobre el sacramento del matrimonio. Cristo se ha entregado por la Iglesia, sin límites ni reservas, hasta "el extremo" como dice San Juan. La Iglesia no puede nada sin su esposo, y nada es nada.
Lo mismo estan llamados a ser los esposos católicos. A amarse como Cristo ama a su Iglesia. Pero cada persona es un mundo. Cada psicología cada relacion afectiva, cada interioridad. en resumidas cuentas: es muy importante poner toda atención en utilizar bien el tiempo de noviazgo para empezar a conocer al persona a la que le jurarás fidelidad y respeto "HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPARE".
1 comentario:
La felicidad es algo tan huidizo... No hay más que ver como el hombre se empeña de una manera frenética en alcanzar la felicidad -casi histérica- y a pesar de la relativa abundancia y bienestar de las sociedades Occidentales, su insatisfacción es cada vez mayor, y el daño que hace a los demás es proporcional a esa insatisfacción.
En una ocasión yo reflexionaba que la felicidad es un don que Dios da al hombre, es experimentar la alegría de ser lo que es. El pecado original ha hecho que más que don, se conciba como un derecho. Normal, ya que se ve atacado por los "derechos" de los demás a ser feliz que se han desordenado tras la caída. No sabemos ser, y por eso queremos tener. No buscamos ser felices, sino tener momentos de felicidad. Alguno podría pensar que es una cuestión de matices, pero yo creo que para un creyente o cualquier hombre de buena voluntad el ser es lo que permanece, y el tener es lo accesorio.
Vivimos muy celosos de nuestro espacio de felicidad, lo defendemos, y quizá esa lucha nos desdibuja que la felicidad en definitiva es lo que es: un don de Dios. Necesitamos una y otra vez mirar nuestro origen, nuestro principio, nuestro referente, nuestra imagen para descubrir lo que Dios en Cristo ha puesto en nuestro corazón..."y supe Señor que estabas en mi alma, y yo estaba fuera" (San Agustín)
Y ahora Orlando, vamos a estudiar un poquito más de Jerarquía. ¡Felicidades por el blog!
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